Y aparece un chico, así, sin venir a cuento, para ponerle la vida amorosa patas arriba a una chica. Sólo necesita un trozo de papel con cuatro frases cortas.
Él viene del caos emocional,
ella del creerse que se merece todo lo malo que le ocurre.
Él se respeta,
ella se detesta.
Él bebe té,
ella café.
Él es una joya preciosa,
ella un diamante en bruto.
Él es el sol,
ella la luna.
Él es desierto,
ella océano.
Él es atascado,
ella manipulable.
Él conoce lo insano de las personas,
ella no quiere saber nada de nadie.
Él se queda con quienes le enseñan a vivir,
ella a menudo quiere tirarlo todo por la borda.
Él sonríe por las mañanas cuando se despierta,
ella llora porque no desea que el día comience.
Él busca motivos,
a ella le sobran excusas.
Él es fuego,
ella hielo.
A él le gusta la fama,
a ella pasar desapercibida.
Él lo tiene claro,
ella muchos pájaros en la cabeza.
Él confía en sí mismo,
ella duda de todo.
Él odia las despedidas,
ella adora las bienvenidas.
Él se aferra a un clavo ardiendo,
ella lo sumerge en hielo.
Él tiene la tranquilidad de las nubes de días soleados.
ella la impulsividad de sus tormentas de noches tenebrosas.
Él tiene semblante frío, pero es de corazón caliente,
ella tiene un corazón roto, pero es de semblante cálido.
Él tiene un carácter muy fuerte,
ella muy mala leche.
Él es sensible,
ella empática.
Él es paciente,
ella impaciente.
Él es escéptico,
ella incertidumbre.
Él suma,
Ella resta.
Él ve en ella a alguien fuerte, que no esconde sus emociones, que es independiente, que se desprende de aquello que le hiere, que resetea cada vez que le es necesario, que se lo cuestiona todo hasta el final y que por mucho que le cueste iniciar sus días... siempre anochece.
Ella ve en él a alguien valiente, íntegro, difícil de doblegar frente a lo que considera relevante,
que es protector con los suyos, que se reserva lo que le duele por no hacer daño ni molestar a su gente, que se vuelca en saber qué les preocupa y qué les falta a los de su entorno más cercano, que es querido tanto y tan bien como quiere, que no deja que su pasado le atormente más de lo estrictamente necesario y que por muy largas que sean sus noches... siempre amanece.
Él cree que la ama porque es contraria a él,
ella cree que lo ama porque es contrario a ella.
Él se encuentra un libro a medio leer con una nota que le hace darse cuenta de lo que realmente son ellos dos. No tiene el valor de dársela en mano, así que le hace una foto y se la envía a ella, así, sin añadir nada más. Tal y como él la descubre.
Ella se lamenta porque piensa que él no la va a querer nunca y su sentencia final (y primera) suele ser: ¡por favor, siendo tan diferentes... ¿cómo va alguien COMO ÉL a estar conmigo?! Escucha que ha recibido un mensaje en el móvil, pero no está de ánimo y no le hace caso. Se tapa hasta la coronilla con fuerza y se hace bolita. Cuando nota que le falta el aire, estira los brazos para quitarse las mantas de encima de un plumazo. Al final decide coger el móvil y ver qué odioso mensaje de publicidad le acaba de llegar, porque pensar en que sea de él... NO es una opción factible. Su “publicidad” era una foto de él en la que pone lo siguiente:
LOS POLOS OPUESTOS NO SE ATRAEN.
TE ENAMORAS DE LO IGUAL A TI.
AMAS LO QUE QUIERES VER EN TI.
ADMIRAS DE ÉL LO QUE TIENES OCULTO EN TI.
Aquí no hablo de dos personas, pero sí de polos opuestos. Se puede decir que ella es la parte blanca y él la parte negra de un mismo todo, de un mismo ying-yang. Sea como sea, tienen atracción mutua porque se complementan, no porque sean polos opuestos. Lo que les une es que encajan a la perfección, con sus fallos, sus virtudes... Porque la luz no existe sin oscuridad. Porque no apreciamos la oscuridad sin luz. Lo mismo ocurre con la soledad y la compañía, la salud y la enfermedad, el jamás y el siempre, la fuerza y la debilidad, la locura y la cordura, etc. Dudo mucho que queramos cerca algo que de verdad odiemos tanto como para ser nuestro contrario.
