28 febrero 2021

¿COMPENSA?



      Qué irónica es la vida a veces, ¿no? Te mete a quien se le antoja hasta las entrañas y cuando por fin te entregas a esa persona al 200% y le brindas lo mejor de ti, te lo quita de una manera u otra, como un apósito que tienes que arrancarte del tirón. Porque si vas quitándotelo de poquito en poquito tardas una eternidad (aparte de correr el riesgo de no querer deshacerte de él nunca) y encima sufres casi más tiempo pensando que: "uf, lo que me va a doler cuando tire." Total, que alguna ocasión que otra acabas poniendo un escudo para que nada te toque ahí, que ni siquiera sea capaz de rozártelo, aún menos de moverlo un sólo ápice.

     ¿Compensa en realidad sufrir un pelín menos intenso, pero durante más tiempo por no terminar de desprenderte de nada ni de nadie?

     ¿Compensa en realidad deshacerse del apósito de golpe y porrazo sabiendo que es algo que te va a crujir vivo y que bajo ningún concepto volverá a tu vida?

     ¿Qué es lo que compensa en realidad?

     Con ellos pasó algo diferente. Él te arrancó de su vida como quien se quita una pelusilla de la ropa. Tú tirabas de aquel apósito un milímetro y volvías a pegar bien 4 milímetros. Hiciste todo lo posible para que se quedara, y volviera. Cuando echaste cuenta él ya no tenía cicatriz ni tan solo una rozadura. Se ha evaporado como si todo lo que tuvo contigo jamás hubiese existido. Eso fue añadir más sal a tu herida.

     ¡Claro que compensó esa herida! No por lo sufrido, sino por todo lo bonito que tuvísteis antes de que lo malo apareciese. Él estuvo cuando empezaste a desconfiar de tus amigas, cuando tus padres se estaban divorciando, cuando eras una cría y no eras capaz de soportar la vida y te autolesionabas como vía de escape (no para "llamar la atención", como muchos piensan, sino porque porque esos segundos de dolor físico te hacían menos daño que lo que llevabas por dentro), en tus malos días, en tus anhelos. ¿Te recuerdo cierta piedrecita verde con la que te rasgabas? Cuando le mostraste tus brazos y se la enseñaste, porque te lo pidió. Se la quedó. Y cuando salísteis a la calle, la tiró con mucha fuerza y rabia para que te deshicieras de lo que te atormentaba, como él se libró de tu afilada piedra. Se quedó cuando nadie más lo hizo, le dio sentido a tu vida y también las ganas de vivir. Él era, entonces, todo lo que tenías. Lo hizo a esa manera tan suya, pero lo hizo. Con él sólo querías ser feliz y no perfecta, es lo mejor que te dio.

     Desde esa tarde de verano hasta aquella noche de Navidad confiaste en él a tontas y a ciegas. Desde el minuto uno, hasta bastante después de que rompiérais. Luego te empezaron a contar cosas que hacía cuando estábais juntos y... lo que ocurrió fue que se pasó 7 pueblos. Lo curioso fue que supiste más de la persona que te contó "el chisme" que de su estupidez. Que sí, que estuvo horrible por su parte, pero te dijo en quién no confiar. A día de hoy sigues respetando aquella decisión que tomaste. Te has librado de muchos altercados por el camino. También te hizo desconfiar más de la cuenta de la gente que te rodeaba en esa época. Y ojo, que no te lo digo como algo negativo. Eso te hizo aprender mucho de ti y de las personas que vinieron detrás. Lo que sí te digo como algo negativo es que aquello dio pie a tu estado de alerta constante. Y... ¿sabes qué? Que esto dice mucho de ti. Y antes de proseguir, he de mencionarte que estoy muy orgullosa, porque después de esta tormenta, si te lo cruzases... sé que lo primero que le dirías es un "gracias por tanto" (bueno y malo). Aunque ahora no le quieras en tu vida, sé que te gustaría saber de él y mantener una conversación bastante larga, concisa y contundente después de la que probablemente acabarías con los ojitos llenos de lágrimas. Pero te es rotundamente necesario tenerla para cerrar al 100% esa etapa y descubrir hasta qué punto fueron verdad o mentira aquellos años juntos. Ése es el verdadero "pasar página" que necesitas para dar cabida no a otro capítulo, si no a otro libro. Ya hace casi 15 años desde que te dijo que quería envejecer contigo, y ahora camina recto, sin ti, y ya va bien lejos. Era todo lo que querías y ahora mírate. Miraos. Habéis pasado de regalaros abrazos eternos a daros la espalda. Vuelves a recordar lo que vivísteis y... en fin. Lo peor es que piensas que, a pesar de darle todo lo que tenías, no fue suficiente y que le fallaste. Ya hace casi 15 años de aquello y no fue hasta hace unas semanas que pudiste tirar el regalo que te dio y que te dijo que era de su madre. Hace casi 15 y aún te sigues acordando de él y teniendo curiosidad por cómo le va. Y no tengo pruebas ni dudas de que si pudieras ayudarle en algo ahora mismo... lo harías. Lo harías por el simple hecho de que, pese a su cagada, aún te sientes en deuda con aquel moreno de ojos color café. Hasta incluso a veces creo que te llegas(te) a sentir un poco bastante culpable de algo que se me escapa. No hay maldad alguna en ti y ese es tu peor defecto. Y el que no hayas aprendido a despedirte... no ayuda nada. El daño ya está hecho. Y las personas que vengan tendrán que aceptarlo.

     Y es ahí donde hubo una derrota que cogiste para convertir en victoria.

     COMPENSA.

18 febrero 2021

NO ES QUE YO SEA "DEMASIADO" BUENA, ES QUE TÚ ERES IDIOTA.

 

Soy de ese tipo de personas a las que les dicen que son “demasiado pacientes/buenas”. Y odio que me comenten eso como si fuera algo horrible. Casi tanto como si hubiera matado a alguien. Y no. No a todo. NUNCA SE ES DEMASIADO BUENA PERSONA, HOSTIAS. Hay dos cosas que me gustan de ser así:

     - Lo primero positivo de ser personas tan pacientes y buenas es que, cuando nos vamos, no hay vuelta atrás. Es muy raro que cambiemos de idea. Y si alguna vez cambiamos de opinión (que ya digo yo que no suele suceder) es porque el corazón pesa y tira más que lo cabezones que somos. Eso sí, jamás nada será como antes, estaremos en estado de alerta e inconscientemente iremos buscando errores que nos den la razón de porqué nos “distanciamos” la primera vez. Y entonces aquí nos vamos, sin mirar atrás y sin titubeos. He de decir que para alcanzar esos límites nuestros egos y corazones han tenido que pasar por muchas idas y venidas, estacadas y mucho autocastigo interno y que nosotros no solemos manifestar y a los que le restamos importancia pensando que “habrá sido sin querer” o que “eso soy yo, que soy una dramas y lo estoy exagerando” o que “tampoco es tan relevante como para darle bola a esto” o también que “igual esto es por mi culpa, porque yo hace (mucho) tiempo hice o dije X cosa”. Un cojón. Nos culpabilizamos mucho por cosas que no nos corresponden. Dejamos que se nos caiga el corazón a trozos, que se nos haga añicos, pero hay una frontera que no cruzaremos jamás y que aunque en algún momento nos lleguemos a querer muy poco, nunca nos destruirán. Y menos mal que tenemos esa barrera blindada, porque si no yo sería un despojo humano y harían conmigo todo lo que quisieran, hasta quien no me conoce. Con cada ida y venida vamos poniendo la barrera un poquitín más arriba. Lo que significa que la siguiente persona que venga (sea de amistad, de relación, de compañero de trabajo, sea del tipo que sea) va a pagar las consecuencias. Porque ocurren dos cosas importantes: una es la que acabo de comentar, esa barrera que está abajo, pero que va subiendo; la otra es una coraza que tenemos todos a la que no cualquiera puede atravesar. Al principio era inexistente, algunos locos en algún momento ni la tuvimos, pero ahora la hay, ¡y vaya si la hay! Con cada golpe vamos fortaleciendo esa coraza de manera sobrehumana. Creamos dificultades en contra de aquel que intenta romperla para luego hacernos añicos. Porque hay muy pocas personas que se quedan cuando conocen a nuestro Austros, a nuestros demonios, a nuestras inseguridades, debilidades y que nos curan heridas a las que seguimos echándole sal cuando no nos la echan otros. Cuando llegas hasta ese epicentro de alguien, tu reacción es determinante. Al mínimo error que cometas... estás fuera. Con eso no se tontea, no cuando se ha sufrido antes tanto. Hay cosas que se deben cuidar, mimar y proteger. Y están mucho más allá de tus narices y de tu propio beneficio. Esas mismas cosas se hacen sin interés, sin buscar recompensa ni a traición. Tampoco se guardan para, en determinadas circunstancias, aprovecharlas y luego lanzárselas a la cara como una bomba. No. Las cosas no funcionan así.

     - Lo segundo positivo es la manera de irnos de las personas en las que en un momento decidimos quedarnos. Una ventaja que tenemos, o al menos yo lo creo así, es que cuando vemos que no hacemos falta, que no somos necesarios, que estorbamos, o que solo estamos ahí para sufrir... nos largamos. Y nos marchamos de la misma forma en la que aparecimos: sin hacer ruido y sin hacer daño. Porque si decidimos estar, a sabiendas de conocer sus tormentas, fue para cuidarles. Porque nos importan esas personas y por el respeto que le tenemos, no usaremos jamás algo que sabemos que les jode por dentro en su contra. Eso es de ser alguien muy rastrero. A pesar de todo el daño que puedan habernos hecho, a pesar de todo el tiempo que haya pasado. Lo que ocurrió en esa relación, se queda en esa relación. No está entre nuestros planes hacer daño a conciencia y menos gratuitamente. De eso ya se encarga el karma, si es que existe. Nuestra prioridad es hacerles el bien lo mejor que podamos y sepamos. Si no cumplimos esa función, o si el llevarla a cabo está cruzando nuestras barreras, o si el sacrificio que estuvimos haciendo no compensa, nos largamos. ¿Y sabes lo gracioso? No es que nos vayamos por donde mismo vinimos... es que esas personas se encargaron de poner todos y cada uno de los granitos de arena para que terminase apareciendo un camino. Lo que no saben nunca es que cuando eso llega somos nosotros los que tienen las astillas de madera para construir una puerta y el suficiente hierro para su cerrojo. Forjamos con el fuego de las lágrimas de dolor que en su momento nos provocaron una llave que la cierra para siempre. Ahí jamás habrá vuelta atrás.

     ¿Alguna vez os habéis planteado cuánto de mierda de persona hay que ser para que las que somos así conozcamos nuestros límites de “uy, pues al final va a ser que no somos tan pacientes como dice la gente”? Porque también nos cansamos de tirar la toalla. Esto que pasa con las parejas es aplicable a todas las relaciones: “Una novia dura un tiempo, una ex toda la vida” (como escuché en una canción). Un examigo también lo será siempre. Y quienes vengan después tendrán que afilar más las garras y ser estrategas natos para desmontar nuestra coraza. Cuando lo consigan se habrán ganado el cielo con nosotros. Es algo incondicional. No hay medias tintas. O estás hasta el final o no estás nunca. Es simple, muy simple.

     Hoy le digo a esa gentuza que piensa que las personas son "demasiado" buenas, que se vayan a tomar por culo. Y con eso me incluyo. Porque cuando era una adolescente justificaba el que me pasasen "cosas malas a mí" porque era demasiado buena. Y por supuestísimo que no era así. Era yo que estaba rodeada de gente tóxica. Ahora soy yo la que sigue estando aquí para mí. Ellos no. Y estoy muy bien sin ellos. Ahora les doy las gracias por echarme de sus vidas, por dejarme marchar. Y eso es una sentencia final. Ni yo volveré a sus vidas ni ellos a las mías. Estoy muy orgullosa de mí por eso. He conseguido recordar todo aquello sin un ápice de culpabilidad. Y no sabéis lo bien que sienta. Ni me hacen falta ni les hago falta. Lo mejor de todo esto es que nadie más me hará lo que ya me hicieron una vez. Ahora, a la mínima de cambio, les saco la misma puerta, con la misma llave que por primera vez usé. Sólo cambia la estética de la puerta, la esencia de la primera sigue siendo inquebrantable. Ya no tengo la mente en ese pasado. Ahora llevo tacones y estoy haciendo que mis pasos suenen. Cenicienta no es lo que y quien le dejan ser. Hoy es esa que quiere ser y que mejora para lo que quiere llegar a ser con sus puertas y heridas del pasado, ahora es más fuerte que nunca.