Qué irónica es la vida a veces, ¿no? Te mete a quien se le antoja hasta las entrañas y cuando por fin te entregas a esa persona al 200% y le brindas lo mejor de ti, te lo quita de una manera u otra, como un apósito que tienes que arrancarte del tirón. Porque si vas quitándotelo de poquito en poquito tardas una eternidad (aparte de correr el riesgo de no querer deshacerte de él nunca) y encima sufres casi más tiempo pensando que: "uf, lo que me va a doler cuando tire." Total, que alguna ocasión que otra acabas poniendo un escudo para que nada te toque ahí, que ni siquiera sea capaz de rozártelo, aún menos de moverlo un sólo ápice.
¿Compensa en realidad sufrir un pelín menos intenso, pero durante más tiempo por no terminar de desprenderte de nada ni de nadie?
¿Compensa en realidad deshacerse del apósito de golpe y porrazo sabiendo que es algo que te va a crujir vivo y que bajo ningún concepto volverá a tu vida?
¿Qué es lo que compensa en realidad?
Con ellos pasó algo diferente. Él te arrancó de su vida como quien se quita una pelusilla de la ropa. Tú tirabas de aquel apósito un milímetro y volvías a pegar bien 4 milímetros. Hiciste todo lo posible para que se quedara, y volviera. Cuando echaste cuenta él ya no tenía cicatriz ni tan solo una rozadura. Se ha evaporado como si todo lo que tuvo contigo jamás hubiese existido. Eso fue añadir más sal a tu herida.
¡Claro que compensó esa herida! No por lo sufrido, sino por todo lo bonito que tuvísteis antes de que lo malo apareciese. Él estuvo cuando empezaste a desconfiar de tus amigas, cuando tus padres se estaban divorciando, cuando eras una cría y no eras capaz de soportar la vida y te autolesionabas como vía de escape (no para "llamar la atención", como muchos piensan, sino porque porque esos segundos de dolor físico te hacían menos daño que lo que llevabas por dentro), en tus malos días, en tus anhelos. ¿Te recuerdo cierta piedrecita verde con la que te rasgabas? Cuando le mostraste tus brazos y se la enseñaste, porque te lo pidió. Se la quedó. Y cuando salísteis a la calle, la tiró con mucha fuerza y rabia para que te deshicieras de lo que te atormentaba, como él se libró de tu afilada piedra. Se quedó cuando nadie más lo hizo, le dio sentido a tu vida y también las ganas de vivir. Él era, entonces, todo lo que tenías. Lo hizo a esa manera tan suya, pero lo hizo. Con él sólo querías ser feliz y no perfecta, es lo mejor que te dio.
Desde esa tarde de verano hasta aquella noche de Navidad confiaste en él a tontas y a ciegas. Desde el minuto uno, hasta bastante después de que rompiérais. Luego te empezaron a contar cosas que hacía cuando estábais juntos y... lo que ocurrió fue que se pasó 7 pueblos. Lo curioso fue que supiste más de la persona que te contó "el chisme" que de su estupidez. Que sí, que estuvo horrible por su parte, pero te dijo en quién no confiar. A día de hoy sigues respetando aquella decisión que tomaste. Te has librado de muchos altercados por el camino. También te hizo desconfiar más de la cuenta de la gente que te rodeaba en esa época. Y ojo, que no te lo digo como algo negativo. Eso te hizo aprender mucho de ti y de las personas que vinieron detrás. Lo que sí te digo como algo negativo es que aquello dio pie a tu estado de alerta constante. Y... ¿sabes qué? Que esto dice mucho de ti. Y antes de proseguir, he de mencionarte que estoy muy orgullosa, porque después de esta tormenta, si te lo cruzases... sé que lo primero que le dirías es un "gracias por tanto" (bueno y malo). Aunque ahora no le quieras en tu vida, sé que te gustaría saber de él y mantener una conversación bastante larga, concisa y contundente después de la que probablemente acabarías con los ojitos llenos de lágrimas. Pero te es rotundamente necesario tenerla para cerrar al 100% esa etapa y descubrir hasta qué punto fueron verdad o mentira aquellos años juntos. Ése es el verdadero "pasar página" que necesitas para dar cabida no a otro capítulo, si no a otro libro. Ya hace casi 15 años desde que te dijo que quería envejecer contigo, y ahora camina recto, sin ti, y ya va bien lejos. Era todo lo que querías y ahora mírate. Miraos. Habéis pasado de regalaros abrazos eternos a daros la espalda. Vuelves a recordar lo que vivísteis y... en fin. Lo peor es que piensas que, a pesar de darle todo lo que tenías, no fue suficiente y que le fallaste. Ya hace casi 15 años de aquello y no fue hasta hace unas semanas que pudiste tirar el regalo que te dio y que te dijo que era de su madre. Hace casi 15 y aún te sigues acordando de él y teniendo curiosidad por cómo le va. Y no tengo pruebas ni dudas de que si pudieras ayudarle en algo ahora mismo... lo harías. Lo harías por el simple hecho de que, pese a su cagada, aún te sientes en deuda con aquel moreno de ojos color café. Hasta incluso a veces creo que te llegas(te) a sentir un poco bastante culpable de algo que se me escapa. No hay maldad alguna en ti y ese es tu peor defecto. Y el que no hayas aprendido a despedirte... no ayuda nada. El daño ya está hecho. Y las personas que vengan tendrán que aceptarlo.
Y es ahí donde hubo una derrota que cogiste para convertir en victoria.
COMPENSA.