15 noviembre 2020

Quisimos volar tan alto y tan rápido que no tuvimos en cuenta los daños del impacto.

     Si algo he aprendido hasta en las entrañas es que hasta lo más dulce se puede volver amargo. Ahora mírame a la cara y dime que nada ha cambiado. ¿Qué hay de la vida que me quitaste? Pídeme de todo, menos que no (te) llore. Sentí tanto frío cuando me dijeron que te habías ido que envasé el corazón al vacío. Después, comenzó a arder todo lo que un día fui(mos). Eres esa herida abierta camuflada en cicatriz que no se ve pero que duele cada vez que se recuerda y que mezcla odio con amor. Eres la pérdida que más ansiedad me da y hay heridas que no voy a poder curar nunca y tampoco sé si quiero sanarlas si el precio a pagar es perderte de mi presente. Bueno, sí, sí lo sé. NO QUIERO. Eres lo que me hace continuar, la verdad. Que por mucho que me joda... ¿a quién pretendo engañar? Me enganché al Orfidal en contra de mi voluntad porque la bestia no es bella cuando bella ya no está. También he estado buscando estrellas fugaces, la más fugaz de todas ellas, por si de una vez por todas me cumple el puto deseo de que vuelvas conmigo, con. No te mentí cuando te escribí llorando que te quería con mi vida. Supongo que a final de cuentas me faltó sangre fría por pensar que yo era tuya sin saber si tú eras mío. A veces pienso que yo no soy para tanto con lo tonta que soy, con lo fácil que me rompo y más cuando me encierro a escribir estas mierdas en mi cuarto...

     Quisimos volar tan alto y tan rápido que no tuvimos en cuenta los daños del impacto. Me estoy reventando la cara y el cora sin saber lo que valgo. Y maldita la hora en que me enseñaste a amar. Has dejado una huella que nunca me podré arrancar y menos si eso significa que tendré menos de ti conmigo. Me niego rotundamente. Que soy más feliz en una vida contigo que 100.000 sin ti. Y si es verdad que existe la casualidad en otra vida nos podremos encontrar de nuevo. Me sigues haciendo falta.

     Quise ser la mejor para ti a pesar de que no encontré la manera te juro que lo sigo intentando. Te juro que lo estoy intentando con todas mis fuerzas. JODER, ¿PERO PARA QUÉ MIERDA TE VAS? ¡YO NO TENDRÍA QUE ESTAR ESCRIBIÉNDOTE ESTO A TI! A saber si algún día leerás todas palabras que plasmo aquí por y para ti.

     ¿Quién coño dijo que a un corazón roto hecho añicos sólo podía curarlo el tiempo. Mis cojones. A mí que ese personaje te traiga de vuelta a ti y que se quede con todo el tiempo que me pertenezca y que desee. Si te vieras desde mis ojos comprenderías cada una de estas palabras. Sólo con mirarte ya me siento tan bien...

     ¿Esta noche pasarás a visitarme, papá? Te quiero.



Tú me enseñaste - Ambkor.

16 agosto 2020

Complicidad.

 


     Echo en falta que ya no nos den las tantas jugando a las cartas tú y yo solos hasta que nos daba frío, hasta que se nos aparecían las estrellas fugaces y yo les pedía a cada una de ellas 3 veces más ratitos contigo. Porque decían por ahí que para que se te cumpliera el deseo cuando vieses una estrella fugaz tenías que pedírselo 3 veces antes de que desapareciera. Supongo que nunca lo hice a tiempo porque no es que no me hayan dado más tiempo contigo, es que me lo han arrancado de cuajo. Y yo ya no puedo salvarme pero sí que empiezo a odiarme por haberlo hecho siempre a destiempo. Me cambiaron tus abrazos por miedos irracionales de tus recuerdos. Solo me queda poco más que el ego de una puta cobarde sin temores de nuevos rechazos. Ya no me pueden partir más de lo que estoy rota y me rompo yo sola por dentro. Yéndote tú me quedé sin nadie y sin nada. Completamente vacía. Me he perdido mil veces por nunca dejarte ir. Me he perdido mil veces por quererte a ti mucho más que a mí.


     Te debo tanto tiempo... Me debes tanto tiempo... Sobre todo se lo debes a él. Le aboliste toda una vida contigo.


     Quiero volver a aquella época a en la que arreglábamos cosas juntos, nos reíamos por nada y por todo, buscábamos la manera de estar pegados el uno con el otro. Por ti hacía cosas que por mí no hice jamás, me confiabas todas tus contraseñas que nunca usé si no eran contigo delante, te molestaba en tus siestas cuando quería que te despertases pronto para ir antes al lugar que me has dicho que iríamos cuando te levantases, que improvisemos más recetas... Ojalá me llames aunque sea para gritar y colgarme. 


     Ojalá tú pudieras visitarme, o yo volver a nuestro ayer y solo verte otra vez. No necesito hablar, solo verte otra vez. Solo una vez más...


     Tengo tus camisas, tus calzados y todos tus regalos guardados intactos como la última vez que los usé contigo. Siguen oliendo a ti. Spotify a veces me salta con las canciones que me cantabas cuando era pequeña, bueno... y no tan pequeña. ¿A quién llamo yo “papá” ahora? Mis pasos ya no me llevan a Roma aunque yo siga en ruinas.


     Y es que no sé cómo explicarte que soy un vacío lleno de tus recuerdos. No sé cómo explicarte que te adoraba hasta cuando me regañabas, tus despistes y cabezonerías que he heredado de ti, tus medias sonrisas cuando intentabas sermonearme por algo que en el fondo te hacía gracia. Y es que no sé cómo explicarte ese momento en que nos mirábamos y de nosotros solo salía complicidad que acababa en un ataque de risa. Terminábamos a carcajadas limpias con el pulmón bien abierto. Y es que no sé cómo explicarte ese momento en el que corres sin miedo hacías tus metas contagiándonos al resto con ellas. 


     Lo que daría ahora por limpiar contigo la casa, tú estas habitaciones  y yo estas otras. Las carreras para ver quién las finalizaba antes, pero bien hecho. El uno inspeccionaba la limpieza del otro. Y lo hacíamos rápido para hacer otras cosas juntos. Y eso para mí era felicidad. Tú me hacías y me haces feliz. Nos complementábamos.


     Eso es conectar mucho, bien y sano con alguien. Y me parece básico, pero desde que te fuiste, nunca lo sentí otra vez porque siempre te quise más a ti que a mí. Y aún te quiero más que al aire que respiro. 


     Tengo el corazón llorándote y al alma sigue sin el valor de ir a ver tu tumba. A veces te me apareces y es en tu voz donde habla la sabiduría que me da algo que nunca he olvidado: tu cariño. Compongo estos textos para ti mientras a mí me descomponen por no poder haberte dicho en tu despedida todo lo que no pude. A veces no quiero ser ni estar si sé que tú tampoco aunque te vea en todas partes. Dime dónde estás para ir a buscarte o cálmame este dolor que me atormenta cuando te sueño y me estalla cuando me despierto y no te encuentro. Dile a mi corazón que pueda dormir tranquilo porque no despedirme de ti me está matando. Me enterré cuando te lo hicieron a ti. Y no sé vivir sabiendo que no estás, pero te doy las gracias por haberme dejado ser tu hija. Bendita la hora en la que te conocí. Sacas lo mejor de mí aunque me partas los esquemas. Eres mi aire puro y mi calma. Todo lo haces fácil. Te quiero, allí donde estés. Eres infinito. Un abrazo y un beso eterno, papá.

     Aquí una canción que me cantabas cuando era pequeña y que recuerdo con especial nostalgia.

Celtas Cortos - Cuéntame un Cuento

06 abril 2020

Salto a ciegas.

     Es mortal pensar que la solución está en irme cada vez que tu ausencia me ataca y me devora. Me destroza. Contigo nada me parecía imposible. Yo he tenido siempre miedo a las alturas, pero estando tú no me daban vértigo alguno. Caminaba tranquila. Nunca te lo llegué a decir para que después no lo usaras para picarme. El asunto se puso serio cuando me llevaste al Pichirichi. No llegué a saber si lo sabías o en algún momento lo sospechaste, pero me pusiste a prueba. Me vi en una tesitura bestial. Sentí pánico. Al miedo de la altura se le sumaba el del mar. Que en sí no me daba miedo, pero sí su profundidad y lo que oculta ahí dentro. Me lo pensé mucho. Tenía tantas ganas de irme como de saltar. No por disfrutar del salto, si no solo para que estuvieras orgulloso de mí y pensaras que no era ninguna cobardica ni  una “cagandas”como decías. Tampoco me bastaba con hacerlo desde el nivel de altura pequeño ni el mediano. Tenía que hacerlo con el grande, como tú. Quería y quiero ser igual de fuerte y valiente que tú. ¿Tú saltabas desde el grande? Yo detrás. Porque cada paso que andabas me marcaba huella y  yo rehacía a rajatabla. Milímetro por milímetro. No creo en religiones, pero tus palabras van a misa. Sabías que titubeaba porque te daba temas de conversación para posponer este salto. A ver si te olvidaba o cambiabas de idea. Y de plan e iríamos a hacer alguna otra cosa. Ese intento fue en vano. Luego te vi sonreír a espera de mi salto nervioso y...

     Y salté, como era de esperar. Asustada viva, pero salté. Cogí carrerilla, impulso, aire, me apreté la nariz y cerré tan fuerte los ojos que creí que al abrirlos no se me despegarían los párpados después. Nada más despegar los pies del borde del precipicio noté cómo me caía la sudor por la frente. Esos pocos segundos en caer me parecieron eternos. Tiempo suficiente para pensar que el agua se había evaporado, que no estaba cayendo bien y que había más distancia, también pensé que había dado el salto demasiado corto y que estaba muy cerca de las rocas y que me iba a estampar contra ellas y le iba a joder la vida a mi padre por ello aunque tenía la certeza que se tiraría a sacarme de allí al instante.

     Finalmente caí al agua. El impacto fue tal que al intentar salir a flote sentía que me ahogaba, me pudo la angustia. Notaba que no tenía aire suficiente para llegar a la superficie. Otros segundos aún más largos. La bocanada de aire que cogí nada más asomar la cabeza se tuvo que escuchar hasta en la Conchinchina. Saludé a mi padre, el mismo que ya estaba saltando para caer a mi lado. Le busqué. Tardaba en salir, otra vez me pudo la angustia y sin dudarlo un nanosegundo me volví a sumergir para buscarle. Le vi y fui hacia él. Le di tal abrazo que nos echamos los dos a reír. Momento típico que se quiere alargar toda una vida más. Teniendo a ese hombre que tanto he admirado siempre, yo era  y soy más feliz que una perdiz.

     Salta por y con quien se merezca afrontar ese miedo. Atrévete.

     Aunque ahora camine con el corazón desequilibrado... seguiré intentando alcanzarte. Saltaré. Seguiré saltando hasta llegar a ti y hasta lo más alto y lo más profundo. Sabía que eras lo más importante y supe valorarte. No necesité perderte para saber que contigo era feliz. Lo que no sabía es que lo era taaaanto. Aunque 2 años después de tu partida siga bombeando lágrimas y no sangre... a veces creo que es mejor así. Y aunque a veces no me duerma por estar pensando en ti, por tenerte otro ratito más conmigo y me parta el corazón sé que tiene un fin y quiero postponerlo siempre que se trate de ti. Normal que me duelas tanto si te he llevado siempre en lo más profundo, más aún que el de aquel salto al “vacío” de aquella tarde y que volvimos a repetir bastantes veces más, hasta que nos fuimos. Cada salto iba con menos miedo. Al final le perdí el respeto a aquel borde y hasta adoptaba diferentes poses con las que caer al agua. Al final ya no me parecía tanta la altura y le perdí el respeto por completo.

     Y aunque te haya llorando más que a nadie y todavía siga con los ojos húmedos... me gusta sentir que estás conmigo. Yo no pasaré página en la puta vida, pero es que si eso significa dejar de estar contigo, no quiero hacerlo. Tonta de mí por creer en cuentos. Bonitos, pero efímeros.

     Y es que como dijo Haruki Murakami: “Si tú me recuerdas, no me importará que el resto del mundo me olvide.”  Ahora que “dicen que no estás” te ha tomado el relevo Álvaro. Ese hombrecito de 2 años con el que aprendo yo más de él que él de mí. Otro que ya me ha quitado algún miedo sin saberlo.


08 marzo 2020

¿Dónde está el límite entre sentirse culpable por todo y el valorarse las intenciones?


     No está mal cagarla de vez en cuando si no hay daño a otras personas. Está mal si esa cagada le afecta negativamente a otra persona. ¿Y aunque se tuviesen las mejores intenciones de algo y reaccionase de una manera no esperada, afectándole? ¿Por qué sentirse culpable de algo no intencionado sin haber contemplado esa reacción? ¿Sería correcto pedir perdón en este caso? ¿Por qué pedir perdón por algo que no era mi propósito? ¿Por qué tengo que ser yo la que se tenga que arrepentir de todo y sentirse fatal por la reacción que tomen otros? 

     Soy la empática, lo reconozco. No me cuesta ponerme en situación de otros y eso ahora mismo me es un problema. Porque me meto en esa situación (si esa persona mínimamente me importa) y la hago mía. Hago ese problema mío hasta que se soluciona. Cuando se acaba, tanto si yo haya ayudado como si no, nunca y bajo ningún concepto me he sentido ni me han hecho sentir parte de la solución. Y estoy muy hartita de no valorarme, de que no me valoren y de molestarme en arreglarlo yo y... ¿de qué cojones voy si ni siquiera me lo hago yo? 

     Haces algo con la mejor de las intenciones en beneficio de otra persona y esa persona lo ve como un ataque contra su persona y que lo ve como una traición. Para esa persona le acabas de decepcionar y posiblemente nada vuelva a ser como antes. A raíz de eso decides no contraatacar a sus ofensivas por no hacer más grande la pelota y que no se vaya de madres y porque sabes que puedes hacer daño con las palabras más del que en ese momento eres consciente. Por eso mismo decides callar. Por otra parte te sientes culpable porque a pesar de no haber explotado la bomba tú... aportaste la mecha. La mecha de la bomba que acabó detonando por la reacción de la otra persona (mechero encendido). La bomba por un lado. Tú que le pusiste la mecha y la otra persona fue quien le prendió fuego y os acabó reventando en la cara. Si tú no hubieras aportado la mecha no habría estallado nada. Y hasta la fecha siempre te habrías sentido culpable por ello. Te habrías sentido realmente mal, llorado, escrito un mensaje pidiendo perdón para intentar poner paz en la guerra. Acto siguiente te habrían dicho la mala cabeza que tienes, que le has fallado, que no va a confiar en ti, alguna amenaza, y palabras que te van a herir en lo más profundo. Lo peor es que crees que te lo mereces, que te mereces todo lo que te pueda decir por haber sido mecha. Y te lo habrías tragado asumiendo la culpa, una vez más. Y te balanceas en más inseguridades cual péndulo de un antiguo reloj. Porque esa situación agrava más el sentimiento de que no te valores, no te quieras, creas que no eres suficiente, que eres tú el causante de todos los males, etc... 

     Por otra parte en la última sesión con el psicólogo... hablamos de esto. De hacer algo con una intención positiva y que la reacción no estuviese entre las esperadas y sentirse culpable por ello. Y tras esto que ocurrió... mi postura me la estoy cuestionando. Soy responsable de mis actos, no de cómo tú te los tomes. Me sigo sintiendo francamente mal y me lo vuelvo a tragar. Pero no estoy por la labor de pedir perdón yo. Esta vez no, joder. Esta vez no me da la gana. Va a ser la primera vez que me niegue a pedir perdón. No voy a pedir perdón por ser mecha, por ser yo. No me quiero volver a anular ante otra persona, no otra vez. Hoy me vuelvo a tragar mi mierda sin darle el "placer" a nadie de echarme en cara nada. No voy a pedir perdón. No quiero hacerlo. Sólo voy a dejar pasar el tiempo y a ver qué pasa. Hasta donde llega todo esto. Esta vez no voy a ser yo quien busque a nadie. Tengo la certeza de que la otra parte no va a venir a solucionar nada. Hará como si nada de esto hubiera ocurrido. Y sí que ha pasado. Y ha dolido, al menos a mí. Y como no venga a arreglar nada... esto va a hacer mella. Posiblemente no haya sido para tanto y todo acaba pasando de una forma u otra con perdón o sin él.

     Y pienso que está aquí el límite. Entre sentirse culpable por la reacción no esperada negativa de otra persona y el no querer pedir perdón por lo mismo. Esa decisión ahora mismo duele. 

# ¿Se ha enfadado mucho?
     ¿Y por qué me tendría que enfocar en su enfado y no en cómo me afecta  mí su reacción? ¿Quién se preocupa de lo que pienso y del cómo me afectan a mí las cosas? Si no me lo empiezo al menos a cuestionar yo... Desde la última sesión me lo cuestiono y... no sé si está siendo el peor remedio que la enfermedad. Pero que ya está.

# ¿Tengo posibilidad de hablar con ella ahora?
     No lo sé, tampoco quiero hablar con ella hora.

# Pero... ¿crees que hablar con esa persona te calmaría?
     No. No entiende mi postura, sólo ve la suya y sería como lo que te dije antes que me contestaría del estilo y ya. Pero que me estará poniendo verde con sus amigas y demás. En unos días se le habrá pasado. A mí no. Esto me hace herida aunque lo deje pasar.

# Pues ella debería intentar darse cuenta que pese a todo a ti todo esto te afecta.
     Ella mira lo que le afecta a ella. Sabe que bien no estoy. A partir de ahí que haga lo que quiera. Va a ser la primera vez que no voy a hacer nada. Y a ver qué pasa. En parte la envidio por el orgullo que se tiene, que se quiere, que se valora, que se todo. Pero se ciega mucho en ella y esas situaciones aunque diga que sí, no sabe ponerse en los zapatos de otros, y yo esta vez no me los voy a quitar ni se los voy a meter a presión.

# Pues es tu oportunidad para quererte tanto como ella. 
     No quiero hacerlo a su manera.

#No es a su manera, es valorarte.
     A estas alturas con no cuestionarme tanto todo me conformo.

# Hay cosas que se han de cuestionar para mejorar.
     Por supuesto, pero no es solo plantearme una cosa. Es que mientras estoy despierta no paro. Hablando, por ejemplo, en persona con alguien yo tengo otra conversación paralela en mi cabeza que nada que ver con la persona. Y como esa persona me diga que le repita lo que me acaba de decir... estoy jodida. No soy capaz de retener información. Y luego durmiendo tengo sueños reales, lo que me confunden casi continuamente y me da a situaciones intensas y erróneas. Esos momentos de gritarte un "tranquilízate" o alguna vaina del estilo sin abrir la boca.

     He cambiado un "claro que le quiero" por un "en algún momento me he de empezar a querer a mí misma". Y no por eso quiere decir que la quiera menos. 

     Esta canción no tiene nada que ver con el texto y me suda un poco los cojones en verdad. Pero quiero que esta canción sea la primera que aparezca en este blog.

Desde arriba - Doctore