Es
mortal pensar que la solución está en irme cada vez que tu
ausencia me ataca y me devora. Me destroza. Contigo nada me parecía
imposible. Yo he tenido siempre miedo a las alturas, pero estando tú
no me daban vértigo alguno. Caminaba tranquila. Nunca te lo llegué a decir
para que después no lo usaras para picarme. El asunto se puso serio
cuando me llevaste al Pichirichi. No llegué a saber si lo sabías o
en algún momento lo sospechaste, pero me pusiste a prueba. Me vi en
una tesitura bestial. Sentí pánico. Al miedo de la altura se le sumaba el del mar.
Que en sí no me daba miedo, pero sí su profundidad y lo que oculta ahí dentro. Me lo pensé mucho. Tenía tantas ganas de irme como de
saltar. No por disfrutar del salto, si no solo para que estuvieras
orgulloso de mí y pensaras que no era ninguna cobardica ni una “cagandas”como decías. Tampoco me bastaba con hacerlo desde el nivel de altura pequeño ni el mediano. Tenía que hacerlo con el grande, como tú.
Quería y quiero ser igual de fuerte y valiente que tú. ¿Tú
saltabas desde el grande? Yo detrás. Porque cada paso que andabas me
marcaba huella y yo rehacía a rajatabla. Milímetro por milímetro. No
creo en religiones, pero tus palabras van a misa. Sabías que titubeaba porque te daba temas de conversación para posponer este salto. A ver si te olvidaba o cambiabas de idea. Y de plan e iríamos a hacer alguna otra cosa. Ese intento fue en vano. Luego te vi sonreír a espera de mi salto nervioso y...
Y salté, como era
de esperar. Asustada viva, pero salté. Cogí carrerilla, impulso,
aire, me apreté la nariz y cerré tan fuerte los ojos que creí que
al abrirlos no se me despegarían los párpados después. Nada más despegar los pies del borde del precipicio noté cómo me caía la sudor por la frente. Esos pocos
segundos en caer me parecieron eternos. Tiempo suficiente para pensar
que el agua se había evaporado, que no estaba cayendo bien y que
había más distancia, también pensé que había dado el salto
demasiado corto y que estaba muy cerca de las rocas y que me iba a
estampar contra ellas y le iba a joder la vida a mi padre por ello aunque tenía la certeza que se tiraría a sacarme de allí al instante.
Finalmente caí al agua. El impacto fue tal
que al intentar salir a flote sentía que me
ahogaba, me pudo la angustia. Notaba que no tenía aire suficiente
para llegar a la superficie. Otros segundos aún más largos. La bocanada de aire que
cogí nada más asomar la cabeza se tuvo que escuchar hasta en la
Conchinchina. Saludé a mi padre, el mismo que ya estaba saltando
para caer a mi lado. Le busqué. Tardaba en salir, otra vez me pudo la
angustia y sin dudarlo un nanosegundo me volví a sumergir para buscarle. Le vi y fui hacia él.
Le di tal abrazo que nos echamos los dos a reír. Momento típico que
se quiere alargar toda una vida más. Teniendo a ese hombre que
tanto he admirado siempre, yo era y soy más feliz que una perdiz.
Salta
por y con quien se merezca afrontar ese miedo. Atrévete.
Aunque
ahora camine con el corazón desequilibrado... seguiré intentando
alcanzarte. Saltaré. Seguiré saltando hasta llegar a ti y hasta lo
más alto y lo más profundo. Sabía que eras lo más importante y supe valorarte.
No necesité perderte para saber que contigo era feliz. Lo que no
sabía es que lo era taaaanto. Aunque 2 años después de tu partida
siga bombeando lágrimas y no sangre... a veces creo que es mejor
así. Y aunque a veces no me duerma por estar pensando en ti, por tenerte
otro ratito más conmigo y me parta el corazón sé que tiene un fin
y quiero postponerlo siempre que se trate de ti. Normal que me duelas
tanto si te he llevado siempre en lo más profundo, más aún que el
de aquel salto al “vacío” de aquella tarde y que volvimos a
repetir bastantes veces más, hasta que nos fuimos. Cada salto iba con menos miedo. Al final le perdí el
respeto a aquel borde y hasta adoptaba diferentes poses con las que
caer al agua. Al final ya no me parecía tanta la altura y le perdí el respeto por completo.
Y aunque te haya llorando más que a nadie y todavía
siga con los ojos húmedos... me gusta sentir que estás conmigo. Yo
no pasaré página en la puta vida, pero es que si eso significa
dejar de estar contigo, no quiero hacerlo. Tonta de mí por creer en
cuentos. Bonitos, pero efímeros.
Y es que como dijo Haruki
Murakami: “Si tú me recuerdas, no me importará que el resto del
mundo me olvide.” Ahora que “dicen que no estás” te ha tomado
el relevo Álvaro. Ese hombrecito de 2 años con el que aprendo yo
más de él que él de mí. Otro que ya me ha quitado algún miedo
sin saberlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario